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La esperanza es un constructo, relacionado con el optimismo, que tiene dos componentes básicos:

.la capacidad de planificar alternativas para alcanzar objetivos.

.motivación para seguir estas vías a pesar de los obstáculos.

La esperanza es más fuerte cuando hay una probabilidad mediana de alcanzar los objetivos deseados porque los obstáculos aunque fuertes no son infranqueables. De acuerdo con esta idea, las emociones positivas y negativas son el resultado de un pensamiento esperanzado o desesperanzado dirigido a objetivos.

La conducta esperanzada centrada en el objetivo está determinada por la interacción de los siguientes factores:

.La medida en que se valora el objetivo.

.Los pensamientos sobre las posibles vías para alcanzar el objetivo y  las expectativas sobre la capacidad de lograrlo.

.Los pensamientos sobre la eficacia personal de seguir las vías que conducen al objetivo.

Estos tres factores dependen a su vez de la manera de observar la situación en función de la experiencia previa.

La esperanza se desarrolla durante la infancia y la adolescencia. A finales del primer año de vida, el niño adquiere los esquemas de la constancia del objeto y de causa y efecto lo que permite que los niños puedan prever vías conducentes a objetivos.

Durante el segundo año, los niños aprenden que pueden iniciar actividades dirigidas a objetivos para conseguir objetivos deseados. Durante este  periodo se desarrolla la noción del yo como agente. Los niños que mantienen una relación de apego segura con sus padres o cuidadores y que reciben un apoyo social suficiente para afrontar la adversidad desarrollan resistencia y esperanza.

En la etapa preescolar, los niños adquieren la capacidad de compenetrarse con otras personas y se dan cuenta de que la planificación y el seguimiento de vías hacia unos objetivos valorados por ellos a veces ayudan a otros a alcanzar sus propios objetivos y a veces se lo impiden. El desarrollo de la adopción de otros puntos de vista facilita a los niños para que incluyan en sus planes los deseos de otras personas.

En la adolescencia se desarrolla la capacidad para el razonamiento abstracto, lo que facilita abordar cuestiones complejas como la autonomía en relación con los padres, la formación de relaciones íntimas exclusivas y el desarrollo de planes de carrera.  Estos retos ofrecen la oportunidad de planificar y llevar los planes a la práctica de una manera esperanzada pese a la presencia de obstáculos.

Los adultos esperanzados tienen un perfil característico: han desarrollado la creencia de que pueden adaptarse a los retos y afrontar las adversidades, mantienen un diálogo interno constante que incluye afirmaciones positivas como “puedo hacerlo”, se centran más en el éxito que en el fracaso, cuando se encuentran con obstáculos generan de manera creativa vías alternativas para alcanzar sus objetivos ya que tienen más flexibilidad y seleccionan objetivos más asequibles.

Cuando una persona con poca esperanza se encuentra con obstáculos insuperables sus emociones siguen una secuencia relativamente previsible que va de la esperanza a la cólera, de la cólera a la desesperación y de la desesperación a la apatía.

Cuando las personas con unos niveles elevados de esperanza se enfrentan a problemas siendo adultas, suelen descomponer los problemas grandes y vagos en problemas más pequeños y manejables y definidos con claridad.

La psicoterapia de la esperanza tiene como objetivo ayudar a las personas a formular unos objetivos claros, encontrar varias vías para alcanzarlos, motivarse para ir en su busca y ver los obstáculos como retos a superar.

Paloma Barroso Sánchez (Psicóloga Clínica). –

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